Aunque parezca extraño, el padecer de osteoporosis no es un impedimento para hacer ejercicio y llevar una vida activa. A diferencia de lo que mucha gente piensa, el ejercicio te ayuda a fortalecer tus huesos y a evitar las dolorosas fracturas que suceden como consecuencia de la osteoporosis. Así que si te estabas preguntando si puedes hacer ejercicio a pesar de tener osteoporosis, la respuesta es un rotundo ¡sí!
Conozco el caso de Alicia, una mujer de casi 70 años, que sufrió una fractura de una vértebra mientras cargaba las bolsas del supermercado. Aunque te sorprenda, esta situación se puede presentar en personas que sufren de osteoporosis avanzada. La osteoporosis es una enfermedad que debilita los huesos, los vuelve frágiles y faltos de estructura. Es entonces cuando el riego de sufrir fracturas repentinas e inesperadas aumenta. La osteoporosis puede afectar tanto a los hombres como a las mujeres de cualquier edad, pero afecta más a las mujeres después de la menopausia, aunque en algunas ocasiones, puede iniciarse en la juventud. Sin embargo, sus efectos no se sienten de inmediato, pues la osteoporosis actúa como un ladrón silencioso que se hace visible ante una fractura dolorosa cuando ha pasado mucho tiempo debilitando los huesos.
Si hasta el fuerte abrazo de un ser querido, o el agacharte para amarrarte el zapato puede causarte una fractura si tienes osteoporosis , ¿cómo se puede hablar de hacer ejercicio con esta enfermedad?
Parece una idea descabellada, pero es posible. Aunque no lo creas, el hacer ejercicio, en lugar de causarte más fracturas puede ser el arma que tienes para combatirlas, pues al fortalecer tus músculos proteges a tus huesos.
Si antes de saber que tenías osteoporosis ya hacías ejercicio, ya tienes terreno ganado. Si no, nunca es tarde para comenzar a ejercitarte. La clave de hacer ejercicio cuando se sufre de osteoporosis, es encontrar una actividad sin riesgos y divertida que vaya de acuerdo a tus condiciones generales de salud y a la densidad de los huesos. Antes de empezar un programa de ejercicios, habla con tu médico. Es probable que él o ella te recomienden que te hagas un examen de la densidad ósea para evaluar en detalle el estado de tus huesos.
Los tres tipos de ejercicio que son recomendables para las personas con osteoporosis, son los siguientes:
1. Ejercicios fortalecedores: incluyen uso de pesas livianas, máquinas, bandas de resistencia o ejercicios acuáticos. Como su nombre lo indica, este tipo de ejercicios están diseñados para fortalecer tus músculos y los huesos de tus brazos y la parte superior de tu columna. Los ejercicios que estiran cuidadosamente la parte superior de tu espalda, los músculos entre tus hombros ayudan a mejorar la postura y a prevenir que pongas demasiada tensión en los huesos. Además, ayudan a mantener la densidad ósea.
2. Ejercicios aeróbicos de bajo impacto: estos ejercicios se hacen de pie, con tus huesos soportando tu peso. Algunos ejemplos de estos ejercicios son caminar, bailar, hacer ejercicios aeróbicos de bajo impacto, usar la máquina elíptica, subir escaleras o practicar jardinería. Estos ejercicios están diseñados para tus piernas, tus caderas y la parte baja de tu espina dorsal. Los ejercicios aeróbicos en el agua y el nadar pueden ser beneficiosos pero no ofrecen el impacto que tus huesos necesitan para evitar la pérdida de los minerales. Sin embargo, en los casos de osteoporosis extrema o de recuperación de fracturas, su médico se los podría recomendar.
3. Ejercicios de flexibilidad o estiramiento: Son ideales para mantener el equilibrio y para prevenir los desgarros musculares. Además, mientras más flexibilidad tengas, mejor será tu postura. Cuando tus articulaciones están duras y poco flexibles, los músculos abdominales y del pecho te tiran hacia delante, dándote una postura encorvada. Los ejercicios de estiramiento se deben hacer cuando tus músculos están calientes, luego de haber hecho otra sesión de ejercicios. Debes hacerlos con cuidado y despacio. Pregúntale a tu médico cuáles ejercicios de estiramiento son los mejores para ti.
Y como toda regla tiene sus excepciones, estos son los ejercicios que NO debes hacer si tienes osteoporosis:
Ejercicios de alto impacto como saltar, correr o trotar. Cuando tienes osteoporosis lo ideal es hacer ejercicio a un ritmo despacio y con movimientos controlados. El correr o saltar puede causar fracturas pues incrementa la compresión en tu espalda y en tus extremidades.
Ejercicios como sentadillas, en la máquina de remar, o de doblarte hacia adelante para tocar tus dedos de los pies. Estos movimientos aumentan la presión en tu columna vertebral e incrementan el riesgo de fracturas por esta causa. El practicar Yoga o jugar tenis y golf, tampoco es aconsejable.
Si no sabes a ciencia cierta si tienes osteoporosis o cómo está tu osteoporosis, habla con tu médico. No dejes de mantener una vida activa que puede ayudarte a prevenir fracturas graves y dolorosas e incluso privarte de tu independencia.
Síntomas y causas
Descripción general
Enfermedad hepática grasa no alcohólica
La enfermedad hepática del hígado graso no alcohólico es un término genérico para múltiples y variadas afecciones hepáticas que afectan a las personas que beben muy poco o nada de alcohol. Como el nombre lo implica, la principal característica de la enfermedad hepática del hígado graso no alcohólico es una gran acumulación de grasa en las células del hígado.
La esteatosis hepática no alcohólica, una forma potencialmente grave de la enfermedad, se caracteriza por la inflamación del hígado que puede avanzar hacia la cicatrización y el daño irreversible. Este daño es similar al causado por el consumo excesivo de alcohol. En su forma más grave, la esteatosis hepática no alcohólica puede avanzar hacia la cirrosis y la insuficiencia hepática
La enfermedad hepática del hígado graso no alcohólico es cada vez más frecuente en todo el mundo, especialmente en los países de occidente. En los Estados Unidos, es la forma más frecuente de la enfermedad hepática crónica que afecta a aproximadamente de 80 a 100 millones de personas.
La enfermedad hepática del hígado graso no alcohólico ocurre en todos los grupos etarios, especialmente en las personas de entre 40 y 59 años que tienen un alto riesgo de enfermedad cardíaca debido a los factores de riesgo como son la obesidad y la diabetes de tipo 2. La afección también se encuentra estrechamente unida al síndrome metabólico, un grupo de anomalías que incluyen el aumento de la grasa abdominal, la escasa capacidad para consumir insulina, la presión arterial alta y los niveles altos de triglicéridos, un tipo de grasa de la sangre.
Síntomas
La enfermedad hepática del hígado graso no alcohólico generalmente no presenta signos ni síntomas. Cuando lo hace, estos pueden incluir:
• Agrandamiento del hígado
• Fatiga
• Dolor en la zona superior derecha del abdomen
Los posibles signos y síntomas de la esteatosis hepática no alcohólica y de la cirrosis (cicatrización avanzada) incluyen:
• Hinchazón abdominal (ascitis)
• Vasos sanguíneos dilatados justo debajo de la superficie de la piel
• Agrandamiento del pecho en los hombres
• Bazo dilatado
• Palmas rojas
• Color amarillento en la piel y en los ojos (ictericia)
Cuándo consultar al médico
Pide una consulta con tu médico si tienes signos y síntomas persistentes que te causan preocupación.
Por los próximos días tomate unos minutos varias veces al día para prestarle atención a la manera en que estas respirando. ¿Es tu respiración fluida o no lo es?, ¿sientes que estas respirando profundamente o de una manera superficial? No trates de cambiar lo que está ocurriendo sino que simplemente observa lo que esta sucediendo.
La respiración es el primer eslabón en la conectividad del cuerpo y si no dominamos ese primer paso, nuestro cuerpo terminará encontrando tendencias compensatorias que no son las más eficientes para su funcionamiento.
Un ejemplo de lo anterior es lo siguiente: Si no expandimos suficientemente el diafragma al respirar terminaremos creando tensiones en el cuello. Es posible que entonces al caminar no movamos los brazos suficientemente ya que nuestro cuello esta tenso y eso a su vez tendrá una serie de consecuencias. Una de ella podría ser la tensión o problemas en la parte baja de la espalda.
Como mencione anteriormente, el respirar correctamente no sólo es importante durante los ejercicios, sino que puede ser de gran ayuda para todo el cuerpo. La practica de la respiración profunda puede ser beneficiosa cuando tratamos de relajarnos, para combatir la ansiedad y la depresión. Además de ayudar a combatir tensiones en el cuerpo y el respirar profundamente podría eliminar toxinas.
Existen innumerables maneras de conectarnos con nuestra respiración, entre ellas están el Pranayama, la meditación y la visualización. También existen practicas que combinan la respiración con el movimiento del cuerpo entre estas están el Yoga, el Qi gong y el Tai chi.
Un excelente ejercicio de meditación que te ayuda a conectarte con tu respiración y el funcionamiento de tu cuerpo en general es el tomarte unos cinco minutos al día y observar lo siguiente:
Las partes del cuerpo que se expanden durante la respiración. Puede ser de ayuda poner una mano en el vientre y otra en el pecho durante la observación. Este ejercicio consiste en observar lo que sucede en nuestro cuerpo durante la respiración sin tratar de cambiar nada.
Si la inhalación es mas larga que la exhalación o viceversa, o si ambas son de igual duración.
Si hay algunas áreas del cuerpo que se mueven sutilmente durante la respiración
Si hay algunas áreas del cuerpo que se encuentran tensas y sin movimiento mientras respiramos
Cualquier movimiento que sientas el impulso de hacer para sentirte más confortable mientras respiras
Este ejercicio te puede ayudar a crear conciencia acerca de tu cuerpo y ese es un excelente primer paso hacia el mejoramiento de tu bienestar. No puedes cambiar lo que desconoces de tu cuerpo.
La obesidad infantil constituye sin duda uno de los principales problemas de salud a los que se enfrenta el mundo desarrollado, habiendo sido señalada por la Organización Mundial de la Salud como la epidemia nutricional de siglo XXI. Aunque las causas de esta epidemia son multifactoriales, incluyendo causas genéticas y ambientales, en general podemos admitir que el exceso de grasa corporal que define la misma se debe fundamentalmente a un desequilibrio entre la ingesta y el gasto energético. Son numerosos los autores que destacan la existencia de un ambiente obesogénico en nuestra sociedad, caracterizado por la disponibilidad a todas horas de abundantes alimentos ricos en energía, azúcares refinados, grasas saturadas y sal, el desarrollo de un ocio de tipo sedentario que incluye consumo de innumerables horas de televisión al día, consolas de videojuegos, teléfonos inteligentes, etc., y un descenso significativo de las horas dedicadas por los niños a la práctica de actividad física, tanto en forma de deportes como de juegos.
La importancia de la obesidad infantil no radica principalmente en su asociación cada vez más frecuente con el desarrollo de comorbilidades (diabetes mellitus, hipertensión arterial, hígado graso…) en la edad pediátrica, sino en el hecho de que un niño obeso tiene altas probabilidades de convertirse en un adulto obeso y este tiene un mayor riesgo de mortalidad. Un estudio reciente realizado en adolescentes demuestra que el tener un IMC elevado en la adolescencia se asocia significativamente a una mayor mortalidad cardiovascular y por cualquier causa en la edad adulta.
La obesidad infantil continúa siendo un problema para la sociedad y un auténtico reto para los pediatras. Es misión de todos conseguir que el menor número posible de niños desarrollen obesidad (prevención primordial), para lo que se deben implementar medidas preventivas adecuadas desde los primeros momentos de la vida. También debe ser objetivo común conseguir tanto que los niños con sobrepeso no se conviertan en obesos (prevención primaria), como que los niños obesos no se conviertan en adultos obesos (prevención secundaria), para lo que necesitaríamos:
1) unos criterios diagnósticos claros de obesidad y sobrepeso;
2) adecuada adquisición de habilidades en entrevista motivacional por los profesionales encargados del seguimiento y control del paciente obeso;
3) estandarización y consenso del tratamiento a desarrollar desde Atención Primaria;
4) establecimiento de criterios claros de derivación a atención especializada, y
5) la creación en los hospitales de unidades especializadas en obesidad para el tratamiento intensivo de los casos más graves.