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Cómo vivir con diabetes?

Cómo vivir con diabetes?
 
Una alimentación equilibrada y realizar actividad física son hábitos que previenen y controlan la enfermedad.

Una de las consecuencias de la obesidad es la diabetes, enfermedad crónica que se caracteriza por una elevación anormal del azúcar en la sangre (glicemia). Esto se debe a que el páncreas produce menos insulina, que es la hormona que regula los niveles de azúcar.

Existen distintos tipos. “La diabetes mellitus 1 se desata cuando el páncreas deja de producir insulina por un fenómeno autoinmune. Los pacientes con este tipo de diabetes necesitan inyectarse insulina para poder vivir y es más común en niños y adolescentes. La diabetes mellitus 2, es más común en personas mayores de 40 años y es el tipo de diabetes que más ha aumentado en los últimos años, representando el 90% de los casos.

Los factores que elevan el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 son la obesidad y sobrepeso, tener sobre 40 años y antecedentes familiares de diabetes, sedentarismo, hipertensión arterial, mujeres que hayan tenido diabetes gestacional y un peso al nacer (más de 4 kilos).

Se pueden desarrollar graves alteraciones de salud. El alza permanente del azúcar en la sangre puede dañar el corazón, los riñones, la vista y el sistema nervioso, provocando insuficiencia renal crónica y necesidad de diálisis; ceguera y aumento de infartos cardiacos.

Con respecto al tratamiento para la diabetes, el especialista indica que se basa en tres pilares. 
Es importante tener una alimentación saludable y disminuir el consumo de hidratos de carbono, de sal y de grasas saturadas; además del aumento del consumo de verduras, pescados y alimentos ricos en fibra. También se recomienda realizar un mínimo de 30 minutos de actividad física diaria y llevar a cabo una terapia farmacológica indicada por el especialista.

Hay pacientes que recurren a la cirugía bariátrica como tratamiento para la diabetes mellitus 2. 
Es una buena alternativa para algunos pacientes con diagnóstico reciente de la enfermedad, que además presentan obesidad. Con la baja de peso que resulta de la cirugía, se logra un buen control metabólico de la diabetes logrando, en la gran mayoría de los casos, una remisión completa de la enfermedad. Es decir, si bien la persona sigue siendo diabética, le bastará hacer dieta para logra controlar la glicemia y evitarse las complicaciones.

Es importante que todas las personas que presenten algún factor de riesgo de desarrollar diabetes se realicen un chequeo preventivo de salud para un diagnóstico precoz.

Resistencia a la insulina

Resistencia a la insulina

¿Qué es la resistencia a la insulina?
La resistencia a la insulina es una afección vinculada con la prediabetes y la diabetes tipo 2. Resistencia a la insulina significa que su cuerpo no es capaz de responder a la cantidad de la hormona insulina que produce. La insulina es producida por el páncreas, uno de los órganos del cuerpo. Ayuda a proteger el cuerpo de obtener exceso de azúcar (glucosa). La glucosa da energía. Sin embargo, el exceso de azúcar es perjudicial para la salud.

Síntomas de la resistencia a la insulina
La mayoría de las personas no se dan cuenta de que tienen resistencia a la insulina hasta que se realizan un análisis de sangre. Todos tenemos niveles altos de azúcar en la sangre de vez en cuando. Sin embargo, cuando el nivel de azúcar en el cuerpo es siempre alto, podría observar que tiene más sed, orina más, está más cansado, tiene la visión borrosa y siente algo de hormigueo en la planta de los pies.

¿Qué causa resistencia a la insulina?
La obesidad (tener sobrepeso significativo y grasa abdominal), un estilo de vida sedentario y una dieta rica en carbohidratos son las principales causas de la resistencia a la insulina. Algunas mujeres desarrollan resistencia a la insulina durante el embarazo. Esto se llama diabetes gestacional. Ciertas enfermedades están asociadas con la resistencia a la insulina. Entre ellas, las enfermedades cardíacas, la enfermedad del hígado graso no alcohólico y el síndrome de ovario poliquístico.

Ciertos factores de riesgo están asociados con la resistencia a la insulina, incluyendo:

Antecedentes familiares de diabetes
Un estilo de vida sedentario (no activo)
La raza (en especial, si es afroamericano, mexicano-estadounidense o nativo americano)
La edad (el riesgo aumenta a medida que se envejece)
Hormonas
El uso de esteroides
Algunos medicamentos
Malos hábitos de sueño
Fumar
¿Cómo se diagnostica la resistencia a la insulina?
Durante una consulta, su médico le hará preguntas sobre sus síntomas, su historia clínica personal y familiar, evaluará su peso y le tomará la presión arterial. El diagnóstico de resistencia a la insulina requiere un análisis de sangre. Esto puede hacerse a través de un pequeño pinchazo en el dedo o la inserción de una pequeña aguja en una vena para tomar una muestra de sangre. En general, se le pedirá que ayune (no comer ni beber nada excepto agua) ocho horas antes del análisis. La muestra de sangre se enviará a un laboratorio para su análisis. Verificará el nivel de azúcar en sangre en ayunas. Un valor superior a 100 mg/dL indica resistencia a la insulina. Su médico también podría tener que examinar los niveles de colesterol (de la misma muestra de sangre). Las personas con resistencia a la insulina suelen tener niveles altos de colesterol.

La Academia Estadounidense de Médicos de Familia (AAFP, por sus siglas en inglés) recomienda examinar la glucosa en sangre de todas las mujeres embarazadas para detectar la diabetes gestacional después de la 24.ª semana de embarazo. Además, la AAFP recomienda examinar la glucosa en sangre en los adultos de 40 a 70 años que tienen sobrepeso o son obesos y pueden estar en riesgo de sufrir enfermedades cardíacas.

¿Se puede prevenir o evitar la resistencia a la insulina?
No se pueden prevenir o evitar los factores de riesgo como la raza, la edad y los antecedentes médicos familiares. Usted puede tomar medidas para reducir su resistencia a la insulina al perder peso (incluso el 10% puede hacer una diferencia), hacer ejercicio regularmente y tener una dieta saludable. Elija carbohidratos saludables. Por ejemplo, coma pan integral en vez de pan blanco, beba agua en lugar de refrescos y reduzca la ingesta de alimentos azucarados.

Si usted tiene o ha tenido diabetes gestacional, la resistencia a la insulina suele desaparecer después del parto. Sin embargo, existe un mayor riesgo de que le diagnostiquen diabetes tipo 2 cuando sea mayor. Eso debería ser una advertencia para cambiar su dieta y estilo de vida pronto, para poder retrasar la afección el mayor tiempo posible.

Tratamiento para la resistencia a la insulina
La dieta, la pérdida de peso y el ejercicio pueden mejorar la resistencia a la insulina. Sin embargo, la mayoría de las personas también necesita medicamentos. Su médico le recetará el medicamento que funcione mejor según sus necesidades de salud y estilo de vida. Si la resistencia a la insulina conduce a la diabetes tipo 2 no controlada, podría necesitar insulina (administrada por medio de una bomba o una inyección diaria).

Vivir con resistencia a la insulina
Vivir con resistencia a la insulina requiere cambios en el estilo de vida, además del uso regular de medicamentos recetados. Tendrá que cuidarse más al tomar decisiones con respecto a alimentos y bocadillos, leer las etiquetas y mantener un peso más bajo. También tendrá que comprometerse a realizar ejercicio regular y a tomar sus medicamentos según las indicaciones.

Preguntas para hacerle a su médico
¿La resistencia a la insulina siempre conduce a la diabetes?
Si cuido lo que como a una edad temprana, ¿puedo evitar la resistencia a la insulina cuando sea mayor?
¿Las personas delgadas pueden tener resistencia a la insulina?
¿La insulina recetada causa aumento de peso?
Si pierdo peso y me vuelvo activo, ¿puedo dejar de tomar mis medicamentos para la diabetes?

Comprender mis hábitos alimentarios

Comprender mis hábitos alimentarios

Si en el artículo del mes pasado estuvimos viendo las claves para poder distinguir entre en hambre real y el hambre emocional. En esta ocasión ahondaremos un poco más y nos centraremos en comprender en profundidad las implicaciones del hambre emocional en nuestros hábitos alimentarios.

El hambre emocional
El primer paso es no enjuiciar este concepto como algo negativo. El comer emocional es algo que está presente en nuestra sociedad y en las personas que habitamos en ella, por tanto, no distingue de edades, genero, ni clases. Es algo a lo que todos somos susceptibles y participamos en mayor o menor medida.

Por ejemplo, si una persona en su tiempo libre, tiene por costumbre “salir a tomar una cerveza o un refresco” con los amigos, y efectivamente, su elección de consumo es siempre la misma, lo que se está reforzando aquí es la asociación del uso del alcohol y las bebidas azucaradas al ocio.

hábitos alimentarios

En consulta he llegado a ver a pacientes con dificultades para pedir algo tan natural como una “botella de agua” en alguna situación donde los demás comensales tenían un refresco o una bebida alcohólica delante.

Y cuando se analiza esta conducta de cerca, suele suceder que la elección de la bebida surgió de forma espontánea, casi sin pensar. Cuando se pregunta, tras muchas veces de asociar la cerveza con momentos de ocio agradables, esta elección difícilmente se cuestiona, simplemente llega el fin de semana “deseando” tomar esa cerveza que tan asociada tengo a la ausencia de trabajo, estrés o la ansiedad.

Relación de nuestras emociones con los hábitos alimentarios
A nivel socio-cultural, gran parte de nuestros hábitos alimentarios y lo que nos acontece en la vida lo relacionamos con la comida: celebraciones, acontecimientos, ocio…, pero también lo asociamos a situaciones de estrés, de desconcierto, cansancio, tristeza o angustia.

Otro ejemplo, a una niña a quien se le premia con un dulce tras conseguir un logro importante puede crecer asociando fácilmente que los dulces son una buena recompensa por el trabajo bien hecho. Un niño que recibe galletas por dejar de llorar puede aprender a asociar las galletas al consuelo.

Independientemente de cual sea la situación, cada uno tiene que analizar la función que cumple la comida en su vida, sobre todo si es percibida como problemática, cosa que a veces no es sencilla ni tiene una respuesta fácil. Es necesario observarse de forma consciente para que nuestra propuesta de cambios alimentarios llegue a buen puerto. Y cuando identifiquemos esas señales de comer emocional, poner el foco en que está sucediendo en mi vida en ese momento y ver como estoy internamente, antes que atender a la lucha por resistirse a “tomar” o “no tomar” según qué alimento.

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A veces, el inicio de este tipo de alimentación emocional surge durante acontecimientos importantes en nuestras vidas donde hemos tenido que realizar un gran esfuerzo adaptativo, lo cual puede suceder estando ha estado el estresor presente, o en el momento en que este ha desaparecido. Pero más a menudo son los innumerables y pequeños estresores cotidianos los que hacen que las personas busquen consuelo o distracción en la comida.

Conclusiones
En definitiva el comer emocional no es algo que “se tiene, o no se tiene” sino una gradiente que todos desarrollamos en mayor o menor medida, convirtiéndose en un serio problema para algunas personas. Está claro que no todo el mundo posee esa conexión tan estrecha entre el comer y las emociones, pero en el caso que esté interfiriendo en nuestra vida sería interesante probar a aumentar nuestra conciencia sobre lo que nos sucede, y tener un pensamiento crítico, pero no culpabilizador, sobre nuestros hábitos alimentarios, cosa que nos ayudará a tomar mejores decisiones en lugar de desgastarnos, que es lo que suele suceder con la culpa.

Diabesidad, una combinación peligrosa que se debe controlar

Diabesidad, una combinación peligrosa que se debe controlar

El término diabesidad fue acuñado por Paul Zimmet en el año 2001 y hace referencia a la estrecha relación entre el sobrepeso-obesidad y la diabetes. Ambas enfermedades están en aumento. De hecho, la obesidad se considera la epidemia del siglo XXI y si se consigue prevenir o combatir, se reducirá la incidencia de diabetes, puesto que 8 de cada 10 diabéticos son obesos. La diabetes y la obesidad son dos epidemias gemelas, cuya prevalencia crece a un ritmo alarmante en todo el mundo. Esta combinación forma un cóctel explosivo por el alto riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular. Pero no se trata de un problema de adultos, las cifras en niños y adolescentes son alarmantes, ya que 1 de cada 10 adolescente con obesidad mórbida son prediabéticos y el 1% son diabéticos.

Y es que la obesidad localizada a nivel abdominal produce adipocinas que dificultan la acción de la insulina, es decir, la llamada resistencia a la insulina que conducirá a la larga a la aparición de la diabetes mellitus tipo 2. También hay una gran liberación de sustancias proinflamatorias que conllevan a una resistencia a la insulina endógena y con ello un estado de hiperglucemia y estado preinflamatorio. Además, la obesidad provoca mayor sobrecarga en las articulaciones, artrosis, esteatosis hepática, arteriosclerosis acelerada…

Complicaciones

Con respecto a las complicaciones y comorbilidades de la diabetes, hay que recordar que se dividen en microvasculares y macrovasculates según se afecten los vasos arteriales más pequeños, medianos o de gran tamaño. Entre las primeras destacan la afectación renal y de la retina, como la nefropatía diabética o la retinopatía diabética, que a la larga pueden provocar insuficiencia renal crónica y ceguera. Entre las macrovasculares se encuentran las afectaciones cerebrales, de las arterias de miembros inferiores y la afectación arterial coronaria.

La población en general no es consciente del riego a medio plazo que supone la obesidad, de ahí que su incidencia siga aumentado. Por eso, hay que insistir en llevar a cabo una dieta saludable, desde las primeras etapas de la vida, que se debe complementar con el ejercicio físico.

Por eso, es recomendable que el personal sanitario tenga la formación necesaria, para que pueda transmitir a los pacientes la información adecuada para mejorar su estado de salud. Los pasos iniciales en la terapia de la diabesidad se centran en la necesidad de un cambio en los estilos de vida del paciente, que es la base de toda terapia, con un cambio en la dieta, con un descenso en la ingesta de grasas saturadas y promover un aumento del ejercicio físico a realizar, todo ello encaminado a conseguir un control o pérdida ponderal adecuados; también sería aconsejable el abandono del alcohol y el tabaco.

Estilo de vida

Si con las modificaciones en el estilo de vida y el ejercicio físico no se consiguen los objetivos marcados, hay que comenzar el tratamiento farmacológico, que se inicia con metformina, hasta aclaramientos de creatinina de 30, asociada con posterioridad a un inhibidor de la DPP-4, que han demostrado tolerabilidad y seguridad, ayudando incluso de manera ligera al control del peso. La última novedad terapéutica ha sido la llegada de las glifocinas, que pueden asociarse a las anteriores cuando el paciente presenta un IMC superior a 30, consiguiendo un mayor control metabólico y disminución de la Obesidad, sobre todo de predominio central.

En el tratamiento de la diabetes, si además es el paciente es obeso hay que promover el uso de los fármacos antidiabéticos que provocan disminución de peso o que tengan efecto neutro.