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Antioxidantes presentes en frutas y verduras

Antioxidantes presentes en frutas y verduras

Los antioxidantes son sustancias químicas que se caracterizan por impedir o retrasar la oxidación de diversas sustancias (principalmente de los ácidos grasos) cuyas reacciones se producen tanto en los alimentos como en el organismo humano, en el cual puede provocar alteraciones fisiológicas importantes, desencadenantes de diversas enfermedades. Otra de las funciones de los antioxidantes es facilitar el uso fisiológico del oxígeno por parte de las mitocondrias celulares, ayudando a reducir los efectos del estrés oxidativo y la falta de oxígeno, formando complejos que mitigan las reacciones productoras de radicales libres y por consiguiente desempeñando una función fundamental en la prevención de las enfermedades crónicas no trasmisibles. Las sustancias antioxidantes se han clasificado en dos principales sistemas, el sistema enzimático y el sistema no enzimático, los cuales pueden actuar tanto en el espacio intracelular como en el extracelular. El sistema no enzimático (reconocido también como exógeno) está integrado principalmente por sustancias que provienen de los alimentos, especialmente de frutas y hortalizas; algunos son micronutrientes, como la vitaminas A, E y C, selenio, zinc; y otros no nutrientes como los compuestos fenólicos y polifenoles (flavonoides, taninos, etc.). En la naturaleza sólo los vegetales sintetizan antioxidantes. Se ha documentado científicamente en muchos casos que los antioxidantes son potencialmente potenciadores de la salud y que su ingesta en forma regular supone entre otras cosas la prevención de enfermedades crónicas no transmisibles como algunos tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares entre otras, de ahí la importancia del consumo de alimentos con un alto contenido de sustancias antioxidantes como las frutas y vegetales.

En los últimos años, los antioxidantes naturales provenientes de plantas han sido frecuentemente utilizados en diferentes campos de la industria como preservantes en alimentos y medicamentos, muchos de estos compuestos como la quercetina, tocoferol y caroteno, entre otros, son antioxidantes naturales, que presentan una actividad comparable con antioxidantes sintéticos de mayor uso como el 2-terbutil-hidroxitolueno y el 2-terbutil-hidroxianisol.

Rodríguez et al. (2006) estudiaron la actividad antioxidante de varias hierbas aromáticas: hierbabuena (Mentha spicata L.), menta (Mentha piperita L.), perejil de hojas planas (Petroselinum crispum Miller), albahaca común (Ocimum basilicum L.) y orégano francés. Observaron un comportamiento antioxidante similar entre ellas, con excepción de la albahaca, la cual sobresalió del resto de las plantas estudiadas con más del doble de la actividad antioxidante. Tanto la menta como la hierbabuena se distinguen por su elevado poder antirradical, mientras la albahaca resultó ser la hierba aromática de mayor poder reductor.

Otro estudio se realizó en Chile con el objetivo de conocer la capacidad antioxidante in vitro de algunas frutas y hortalizas que se consumen en la Región del Maule. La actividad antioxidante se determinó mediante decoloración de un radical. En general la actividad antioxidante, en extractos metanólicos, fue mayor en frutas (70,3%) que en hortalizas (54,7%) y dependiente de la concentración del extracto evaluado. Las frutas que presentaron mayor actividad antioxidante fueron frambuesa, frutilla y kiwi. Entre las hortalizas, las que presentaron mayor actividad antioxidante, fueron los tomates seguidos por pepino dulce, betarraga, melón tuna, pimentón y sandía. Los autores afirmaron que la actividad antioxidante observada en la mayoría de las frutas y hortalizas evaluadas podría ser un argumento científico a dar a conocer en las campañas de promoción del consumo interno y en la exportación de productos hortifrutícolas.

En el 2012 se publicó un estudio cuyo objetivo fue conocer la asociación entre el consumo de antioxidantes por medio de la alimentación y la densidad mineral ósea para el cual participaron 280 mujeres españolas. Las mujeres fueron clasificadas por edad, se evaluó su densidad ósea (por absorciometría dual de rayos X) y sus hábitos alimentarios (por medio de recordatorio de 24 hs). Como resultado se observó que la ingesta de vitamina C y selenio estaba asociada significativamente a la densidad mineral ósea. En el grupo de mujeres menores de 35 años la ingesta de zinc estuvo relacionada con la masa ósea. En todos los grupos estudiados, la densidad mineral ósea fue significativamente superior en los sujetos cuya dieta tiene un alto consumo de nutrientes antioxidantes. Los autores proponen que a partir de los resultados de este estudio, se pueden desarrollar a futuro nuevas terapias para combatir la osteoporosis, basadas en una ingesta elevada de nutrientes antioxidantes.

El licopeno es un carotenoide que se encuentra principalmente en el tomate, conserva sus propiedades funcionales después de ser procesado, no presenta toxicidad y posee efectos antioxidantes en el vegetal, y podría actuar como antiinflamatorio y quimioterapéutico sobre las enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y algunos tipos de cáncer. Torresani, M.E. (2009) publicó un estudio transversal de comparación y correlación, a muestras independientes que involucró a 316 mujeres. Las mismas fueron clasificadas según etapas pre y post menopáusicas. Se evaluó de forma individual el riesgo cardiovascular según el Score de Framingham y su consumo semanal de licopeno (alimentos fuente y total de alimentos que lo contienen). En ambas etapas biológicas y en cada categoría de riesgo cardiovascular se observó relación inversa con consumo de licopeno, pero sólo en mujeres premenopáusicas con bajo riesgo cardiovascular el consumo fue significativamente mayor que en aquellas con riesgo moderado. En las postmenopáusicas hubo correlación significativa entre valores de LDL-C y consumo de licopeno aportado por alimentos fuente. Sin embargo, en ambas etapas biológicas la correlación significativa fue entre valores de LDL-C y consumo de licopeno aportado por todos los alimentos que lo contienen. No se halló correlación significativa entre consumo de licopeno, valores de HDL-C y circunferencia de cintura. Estos resultados, así como los presentados en el estudio anterior, señalan la relevancia de la prevención en el abordaje nutricional asociado a las diferentes etapas biológicas de la mujer.

Como podemos observar, los alimentos naturales son ricos en antioxidantes y su consumo regular beneficia al organismo. Incorporar vegetales y frutas como parte del estilo de vida actual resulta fundamental para combatir el estrés oxidativo al cual estamos más expuestos en la actualidad debido al ritmo de vida moderno, los contaminantes, etc. Por parte de la población, existe un interés creciente en el consumo de antioxidantes proveniente de alimentos naturales, ya sea para ayudar a prevenir ciertas enfermedades o su utilización en la cosmética. Se esperan a futuro más trabajos de investigación para descubrir nuevos beneficios, utilizaciones y recomendaciones al respecto.

Gripe: los obesos son población de riesgo

 Gripe: los obesos son población de riesgo

¿QUE ES LA GRIPE?
La gripe es una infección viral producida por el virus de influenza.
Es muy contagiosa, se transmite por el aire que se contamina con virus que producen las personas con gripe.
Aun antes de tener síntomas de gripe una persona puede contagiar. El contact con secreciones nasales o saliva
también puede contagiar.

¿CUALES SON LOS SINTOMAS DE LA GRIPE?
Fiebre alta (usualmente llega a 39ºC)
Dolor de cabeza
Tos
Dolor de garganta
Secreción por la nariz (moco, congesti.on nasal)
Dolores musculares que pueden ser intensos
Los niños pequeños pueden presentar diarreas u vómitos.


¿QUE DIFERENCIAS HAY ENTRE LA GRIPE Y EL RESFRIO COMUN?
Son enfermedades distintas, producidas por distintos tipos de virus. La gripe suele tener síntomas más importantes
que resfríio, la fiebre es más lata y el cansancio mucho mayor.
Los resfríos en general no producen las complicaciones asociadas a la gripe, predominan los síntomas nasales como
la congestión.

¿QUE MEDIDAS AYUDAN EN CASOS DE GRIPE?
Guarde reposo
Ingiera mucho líquido
Evite fumar y consumir alcohol
Para aliviar los síntomas de la gripe se puede tomar paracetamol o ibuprofeno en dosis adecuadas. Nunca se debe
dar aspirino a niños y adolescentes.
Al toser, cúbrase la boca y la nariz con pañuelos de papel para evitar contagiar a otras personal.
¿QUE SEÑALES DE EMERGENCIA SE DEBEN TENER EN CUENTA?
Antes de estas señales debe consultar al médico.

EN NIÑOS:
Fiebre alta persistente
Respiración rápida y con dificultad
Cambios en el color de la piel
Resistencia a alimentarse o tomar líquidos
Cambios del estado mental, irritabilidad, dificultad para despertarse, convulsiones.
Si los síntomas de la gripe mejoran y luego aparece fiebre nuevamente y empeora la tos, se debe consultar al pediatra.

Si existen antecedentes de enfermedades crónicas como alteraciones cardiácas, pulmonares o diabetes se debe consultar al inicio de los síntomas y eventualmente ir al médico para controlarse.

EN ADULTOS:
Dificultad para respirar
Fiebre continua que no desciende con la medicación habitual
Dolor o presión en el pecho
Desvanecimientos o desmayos
Confusión
Vómitos persistentes
Al llegar a consultar con el médico, avise a la recepcionista sus síntomas, es posible que le provea un barbijo a fin de evitar que contagie a otras personas en la sala de espera.

¿QUE COMPLICACIONES PUEDEN ORIGINARSE POR LA GRIPE?
En personas con algunos factores de riesgo, la frecuencia de complicaciones es mayor.
Algunas de las complicaciones son: neumonía, deshidratación, empeoramiento de enfermedades crónicas como in-
suficiencia cardíaca, asma o diabetes. Se puede observar -sobre todos en niños- otitis y sinusitis.

¿QUE PERSONAS POSEEN MAYOR RIESGOS DE COMPLICACIONES?
Los mayores de 65 años
Personas viviendo con VIH/SIDA
Mujeres embarazadas
Personas con enfermedades crónicas: diabetes; enfermedades cardíacas; transtornos pulmonares; asma. OBESIDAD.
Niños entre los 6 meses y los 2 años.

Qué papel juega la comida, en tu vida diaria?

 

Qué papel juega la comida, en tu vida diaria?

¿Estás consciente de tus hábitos alimenticios?
¿Son adecuados?

"Dime lo que comes y yo te diré quién eres".
Anthelme Brillat-Savarin (Abogado, político y escritor francés).

Evalúa la importancia de la comida, en tu vida diaria.
No siempre comemos porque tenemos hambre.

A veces lo hacemos, porque estamos:

Aburridos,
enojados,
angustiados,
estresados o

tenemos:
un vacío emocional o
una adicción.

En todos estos casos, la comida puede ayudarnos a sentirnos mejor, pero sólo durante un tiempo muy corto.
A mediano y a largo plazo, nos trae problemas más serios y aumenta nuestro sufrimiento.
Sólo reconociendo y aceptando el papel que juega la comida en nuestra vida, podemos resolver los problemas que nos causa una mala alimentación.

A continuación encontrarás una serie de afirmaciones.
Revísalas y ve si describen tu actitud ante la comida.
Trata de ser honesto contigo mismo. A pesar de que en ocasiones, no nos gusta darnos cuenta de ciertas cosas e incluso puede angustiarnos o molestarnos, es la única manera de resolver nuestros problemas, para tener una vida mejor.

Una o dos horas después de haber comido, necesito "picar" algo.

Con frecuencia como, sin tener hambre.

Cuando estoy preocupado, tenso o triste, me dan ganas de comer.

Hay ciertos alimentos que no puedo dejar de comer.

Si me siento estresado o desanimado y como algo que me gusta, me siento mejor.

Hay ciertas horas, lugares o situaciones, en que "necesito" comer algo.

Pienso varias veces al día, en algo que me gustaría comer.

A veces me angustio o me siento tenso, porque quiero comer algo y no lo tengo a la mano.

En ocasiones siento que no puedo controlar mi deseo de comer.

Como menos cuando estoy acompañado, que cuando estoy solo.

Después de comer, me siento culpable, avergonzado o triste.

Prefiero evitar situaciones o actividades relacionadas con la comida.

Hay ciertos alimentos que prefiero no probar, porque si empiezo, no puedo dejarlos.

Cuando decido comer menos o dejar algunos alimentos, me siento angustiado o estresado.

Me dicen que como más, de lo que yo pienso.

A veces me doy cuenta, de que comí más de lo que pensaba comer.

Después de comer algo, me siento de mejor humor.

Necesito comer algo, antes de dormirme.

Si me despierto en la noche y no puedo dormir, busco algo para comer.

Se que algunas personas me criticarían, si supieran todo lo que como o deseo comer.

Cuenta un punto por cada vez que respondiste "sí".
Más de 5 puntos indican malos hábitos que, aunque tú no lo notes, están afectando tu salud y pueden influir negativamente en tu estilo de vida.
Si respondiste que sí a más de la mitad, podemos estar hablando de una adicción.
Consúltalo con un especialista y soluciona el problema.

Psic. Silvia Russek
Lic. En Psicología Clínica.

Reflexiones sobre mitos y metas en nutrición

Reflexiones sobre mitos y metas en nutrición

La dieta de una población está basada en la disponibilidad de alimentos, cuyo consumo es modelado por valores sociales, poder adquisitivo, grado de instrucción, ideales estéticos, propaganda, que no suelen tener como prioridad a la salud.
Y esto nos toca muy de cerca a los nutricionistas, ya que la ciencia de la nutrición debería ponerse a la cabeza del mensaje colectivo de salud. Sin embargo, la población recibe los mensajes masivos de fuentes poco idóneas a través de comunicadores sociales, locutores empeñosos y otras figuras influyentes que no suelen ser referentes en nutrición, ni en medicina, ni en salud. A esto suma la ausencia de rigor cuando trasladan conceptos científicos al lenguaje coloquial, con las consecuentes imprecisiones y contradicciones públicas, que genera desconfianza de la población hacia sus referentes reales.

Deberíamos comenzar entonces poniendo el acento en nosotros mismos, pues constituimos la base de la pirámide de información y trabajar para ocupar el lugar que nos corresponde.

Es fundamental concentrarse en el uso apropiado del lenguaje, ser cuidadoso de la correspondencia entre la palabra y su significado, considerando no sólo lo que queremos decir, sino también cómo podría ser entendido.
Algunos 'vicios de expresión' propios del apresuramiento en la comunicación ‘intra-nutricional’trascienden a la población, contribuyendo a la 'babelización' de conceptos que suelen servir para la transformación de toda teoría en realidad (al menos virtual).
Por dar un ejemplo de entrecasa. El término 'aceite de oliva' (constituido en un 70 % por un omega 9 denominado ácido oleico), -recomendable por los beneficios cardiovasculares y normo-glucemiantes observados en las dietas mediterráneas-, suele ser utilizado como sinónimo de ácido oleico. En realidad no existe certeza si tales beneficios se deben al omega 9 o a alguna otra característica de ese aceite. ¿Podría deberse a su menor contenido de omega 6 (10 %) respecto de los aceites de semilla (> 50 %)?
El aceite de oliva es recomendado aunque provee una apreciable cantidad de la mal reputada grasa saturada (13-14 %) equivalente a la contenida en 300 g de carne vacuna (4 -5 %). Afortunadamente para quienes desaconsejan la carne por su contenido graso la población desconoce este detalle y la nutrición no lo aclara.

Contrariamente, la grasa vacuna, segunda en riqueza de ácido oleico (40 - 45 %), superando al que aportan los mejor vistos aceites de girasol (19 %), uva (15 %), maíz (28 %) y soja (24 %), no es recomendada. Esto podría justificarse si efectos indeseables de la grasa saturada vacuna (50 %) pudieran sobrepasar los beneficios de su ácido oleico y seguramente ha sucedido, instalando -la hasta ahora creencia- de que los aceites vegetales son más saludables que las grasas animales. Pero esta lógica es difícil de sostener ante la falta de evidencia de que las grasas saturadas puedan causar enfermedad cardiovascular, diabetes, osteoporosis o cáncer. Siendo así, la grasa vacuna debería ser recomendada, ya que los cinco países europeos con mayor consumo de grasa saturada tienen la menor tasa de enfermedad cardiovascular, mientras que los cinco de menor consumo ostentan la tasa más alta.

A pesar de lo antedicho el discurso científico previene sobre alimentos animales y beneficiosamente para la imagen de los comunicadores en nutrición la población general tampoco conoce esos pormenores.
Afortunadamente la indiferencia del genoma ante estas humanas contradicciones regula la síntesis de omega 9 y de ácidos grasos saturados manteniéndolos constantes en la composición de las membranas celulares: sean o no comidos.
Lo que suele variar en las membranas en función de la alimentación son los ácidos grasos que no se sintetizan, o sea los esenciales (omega 6 y 3). Estos, -en particular los omega 6 por ser mayoritarios en la alimentación occidental basada en aceites de semillas-, son el sustrato para la síntesis de tromboxanos, leucotrienos, prostaglandinas, ácido araquidónico, canabinoides y"epoxi’ derivados, implicados en mecanismos que intervienen en la producción de eventos cardiovasculares, inflamación crónica, obesidad, hipertensión y cáncer.
Suposiciones de este tipo han inculcado la condena cultural de un grupo de alimentos (carnes rojas, leche y huevos) que no se puede dudar que fueron diseñados, -o al menos dispuestos- para consumo humano. Alimentos que por compartir la composición de nuestros tejidos (riqueza acuosa y estructura proteico-lipídica), aseguran lo más básico y trascendente para el organismo. La reducción de su consumo no se ha acompañado de los resultados prometidos.

Otro ejemplo de conflicto lo da la diabetología que siendo su objetivo principal impedir la elevación de la glucemia, propone la reducción de algo que no la eleva: las grasas, en especial las saturadas.
¿Cómo podría algo que no es glucosa ni que se transforma en ella, aumentarla? Respuesta: las grasas saturadas modulan el ingreso de glucosa a las células de algunos tejidos, disminuyendo su respuesta a la insulina. Este argumento que no prueba que sean la causa de diabetes induce a suprimir a la mayoría de las carnes.

Pero la reducción de las grasas alimentarias conduce a su reemplazo mayoritario por fuentes de glucosa como los almidones (100 % glucosa sin gusto) o por azúcar (50%) van a elevar directa y súbitamente la glucemia. Cuando algunos pacientes se sorprenden de que ahora se le indiquen las harinas que hace unos años tenían que evitar, es momento de dejar de hablar de alimentos y nutrientes y referirlos como 'calorías'.
La combustión en los motores de explosión orientó a Lavoisier para encontrar en el aire espirado unos gramos de materia que siempre faltaban en sus estudios de balance entre las sustancias ingresadas y excretadas. En el anhídrido carbónico estaba la masa de carbono que restaba.
La convergencia del tramo final de la oxidación de la glucosa y de los ácidos grasos en acetil CoA hace posible que los átomos de carbono de uno y otro se transformen en el mismo gas. Esta coincidencia justifica sostener que: ‘todas las calorías son iguales’. Y esto es verdad, pero sólo al salir y siempre que sus portadores sean oxidados y que no provengan de etanol que no rinde las mismas calorías en bebedores ocasionales que en los consuetudinarios.

Aplicar el concepto de igualdad cuando los nutrientes son procesados dentro del organismo presume que el nutriente en cuestión es absorbido y oxidado en su totalidad. Presunción, porque es imposible predecir si la glucosa se transformará en glucógeno, en grasa, en pentosa o irá a parar a la orina. y si los ácidos grasos serán oxidados, depositados o eliminados como cuerpos cetónicos. Menos aun es predecible la existencia de alguna correlación entre los efectos calóricos y no calóricos de un nutriente en particular. Pero estos puntos ciegos, que no existen para los comunicadores masivos son los que les permiten priorizar el número de calorías sobre su tipo, aunque esto no lo aplican en su abominación a las grasas.
No considerar el tipo de nutriente, sólo sus calorías, lleva a desconocer sus otros efectos biológicos y a evitar expresarlo como masa o peso. Sólo cuando con la aplicación del porcentual que tienen sobre un valor calórico determinado se hace una parabólica referencia a su cantidad física.
La consideración energética de lo ingresado no es aplicable a nutrientes energéticos no digeribles (como la fibra) y a nutrientes no energéticos: como el colesterol, que lo es, aunque no se le conceda ese prestigio.

De allí, que su límite deba ser expresado en peso (300 mg/d) y que -por alguna razón que desconozco- no se relaciona con talla, corpulencia, sexo, edad, momento biológico, excreción o alguna otra cosa. ¿Todas las personas, -sin importar su corpulencia- tendrán la misma extensión de membranas celulares o será que la ingesta no tiene efecto alguno sobre esto?. Posiblemente sea esto último ya que cada célula auto- regula la síntesis de su colesterol. Siendo así, tampoco tendría sentido limitar su ingesta.
Cuando la Asociación Americana del Corazón, que ve a las grasas saturadas y al colesterol ingeridos como factores mayores de riesgo cardiovascular, comienza sus recomendaciones, aconsejando «equilibrar el ingreso con el gasto para conseguir un peso saludable», nada está diciendo sobre la cantidad de grasa a ingerir.

Luego la limita estableciéndola como un porcentaje de las calorías totales (10%) y esto parece salvar el asunto de la cantidad. Sin embargo si por mayor gasto fuese necesario aumentar el ingreso para mantener el equilibrio referido, la cantidad absoluta de grasa saturada ingerida va a aumentar, sin que nada pueda asegurar que va a ser oxidada antes de producir los efectos indeseables que se le atribuyen.
A veces la nutrición mide la cantidad de nutrientes recurriendo a su porcentual sobre calorías totales, otras veces lo hace en términos de gramos por ciento; otras veces como gramos por porción y como porcentaje del requerimiento. No es fácil comparar cosas diferentes utilizando el mismo metro pero menos aun utilizando metros de diferente longitud.

La nutrición y sus sentencias se bambolean entre la cantidad de sustratos (nutrientes) y la administración de calorías, más notorio cuando el objetivo es promover pérdida de peso.

Aceptando que disbalance energético fuera la causa (y no el mecanismo) de las variaciones de peso, su aplicación al tratamiento del sobrepeso y la obesidad puede formularse y expresarse de diferentes maneras:

1. Comiendo menos, manteniendo constante el gasto = dieta hipoenergética (produce balance deficitario).
2. Comiendo menos + el agregado de ejercicio, conocido como: dieta + ejercicio. Encubre el mismo concepto (dieta hipoenergética), ya que la causa del déficit no lo hace diferente.
3. Fijando el ingreso y aumentado el gasto: también es dieta hipoenergética encubierta.
4. Ejercicio sin dieta (alimentación 'ad libitum'): no produce disbalance .

Las tres primeras son exitosas para perder peso. En general fracasan como tratamiento de la obesidad, posiblemente porque consideran al balance energético como su causa, y no al hambre en exceso.

Los orígenes del hambre excesivo, -que por crónico y progresivo no anticipa nada bueno en el largo plazo-, no son objeto de esta nota: sólo mencionar que podrían encontrarse en la intimidad de los tejidos o provenir del medio ambiental.

En el primer caso depende de un particular funcionamiento del sistema de señalización del balance de nutrientes, cuando por ejemplo, la resistencia a la leptina informa al cerebro una‘falsa delgadez’.

Ejemplo del segundo caso, el ambiental, es la obesidad inducida por la dieta.
Cincuenta años de dietas hipocalóricas y de fatigantes ejercicios que no hacen más que exacerbar el hambre han dado lugar a propuestas alimentarias, -generalmente relacionadas más que con el tipo de nutriente a consumir, con la cantidad consumida, apuntando a reducir el hambre.

Lo anterior resume que las estrategias nutricionales para perder peso pueden ser:

a. Cuantitativas, conceptualmente 'menos de lo mismo'. Limitan cantidad.
b. Cualitativas, cambio de calidad sin limite de cantidad. Conceptualmente 'comer distinto'. Son ejemplo las dietas Atkins, Mediterránea, Ornish, de la Zona, etc.

El LookAHEAD (Action for Health in Diabetes Study) fue un estudio randomizado y controlado para evaluar a lo largo de 13.5 años los efectos de cambios en el estilo de vida en 5.100 diabéticos con sobrepeso. Combinó estrategias conductuales para la aplicación de dieta hipocalórica (1.200 a 1.800 Kcal, de dos tipos: a. baja en calorías - baja en grasas y b. baja en calorías - baja en carbohidratos) + 175 min/sem de ejercicio supervisado, en ambos casos y seguimiento personal, telefónico e informático.
El objetivo mínimo fue reducir al menos un 7 % el
peso inicial. Al cabo de 4 años la pérdida no llegaba al 5 % (peso promedio perdido 4.9 kg), que sirve a pocos para regresar a la categoría normal.
Sin embargo, el resumen del estudio concluye: «Obese individuals can lose weight by following reducing diets that vary widely in macronutrient composition»(1). Una inferencia, ya que la población estudiada no era obesa, continuando «Caloric restriction, however, rather than macronutrient composition, is the key determinant of weight loss»(2). De ambas frases se desprende la reparación de una injusticia, -que las grasas no tienen mayor influencia sobre el peso- cosa que era de esperar de dietas de igual aporte energético.

Si bien las dietas hipocalóricas suelen corregir, -como podría esperarse-, los problemas causados por sobrealimentación, de esto no debería inferirse el exceso de energía es la causa de ellos.
Comer menos calorías manteniendo las proporciones es comer menos cantidad de cada uno de los nutrientes siendo en ocasiones la reducción de algún componente no identificable bajo el paraguas del balance energético, que a veces ni siquiera es energético, la causa del resultado.
Pero en ocasiones la sola reducción de las calorías, -para las que no existen receptores, hormonas, depósitos, ni respuesta biológica conocida-, no basta.

Se plantea entonces la combinación de las estrategias mencionadas apelando al arte del nutricionista guiado por el sentido común al servicio de la clínica. Esta combinación aumenta la'especificidad' de la dieta respecto de algunas cuestiones puntuales, como la reducción de fructosa ante la existencia de hígado graso, por dar un ejemplo.

Una dieta diseñada en base al contenido energético por definición desconoce la existencia y el efecto de componentes 'acalóricos' ingeridos, de posible influencia sobre el metabolismo o el sistema de recompensa como esas 'no calorías' (sal, condimentos, edulcorantes, etc.) que comemos con tanto gusto que siempre parecen pocas...
A propósito, 'menos de lo mismo' pone en primer plano estudios prospectivos en animales y poblacionales en humanos, demostrando que la reducción del ingreso en un 40 % prolonga la vida. No por alargar el programa de existencia sino por disminuir la aparición de enfermedades que la interrumpen prematuramente.

Este hecho invita a preguntarse si no es más trascendente este propósito que el de reducir el exceso de grasa corporal y analizar en que medida se superponen. La restricción alimentaria queda así sometida a redefinición ya que no podría llamarse restricción a un modelo que mejora la expectativa de vida, más aun cuando se podría conseguir adoptando dietas cualitativas que liberan el consumo a la necesidad del sujeto. ¡Si comiendo libremente se prolonga la vida y se evitan enfermedades..., bienvenida la restricción!

En nuestro quehacer el significado de ‘restricción’ es prejuicioso y peligroso.
Prejuicioso porque suena a prohibición y peligroso porque propone sostener la misma alimentación que estaba asociada con el riesgo.

No es propósito abordar la discusión sobre la aplicación correcta del término restricción pero al menos citar que deberían distinguirse:
a. restricción energética por imposibilidad de alimentarse;
b. restricción por privación voluntaria del ingreso y
c: restricción por reducción espontánea de la necesidad de comer.

Por último, una consideración al momento de las comidas. No respetar los ritmos circadianos del organismo suele ser perjudicial. Animales experimentalmente insuficientes cardíacos a quienes se les van cambiando los fotoperiodos para desacompasar su ritmo circadiano, mueren antes.
Los humanos estamos provistos de un 'reloj hipotalámico' que responde a la luz y que a su vez está sincronizado con numerosos 'relojes químicos" distribuidos en órganos y tejidos. Estos últimos, al ser co-regulados por el primero y por señales metabólicas y alimentarias consiguen sincronizar los ritmos metabólicos y comportamentales, con los del mundo exterior.
Pero la nutrición suele prescribir las comidas en función de conveniencias de tipo social y de organización doméstica, más que para sincronizarlas con el ritmo del universo. ¿Daría lo mismo comer (o recibir un nutriente determinado) cuando una hormona (cortisol, hormona de crecimiento, insulina, glucagon, por citar algunas) o un factor de transcripción (FOXO 1, mTOR, por citar otros) determinados, están elevados? ¿O es mejor hacerlo cuando están bajos?
Esto cobra singular importancia en la alimentación por vía de excepción ¿Tendrá igual efecto aportar glucosa, aminoacidos o triglicéridos cuando la hormona de crecimiento, insulina e IGF-1 están elevados (estado anabólico)? ¿O sería mejor hacerlo cuando lo están los corticoides y el glucagon (estado antiinflamatorio)?

El cuerpo expresa a través de la clínica y de los fenotipos humorales cuáles son los mejores horarios para recibir los nutrientes. La interpretación de cómo y cuándo implementarlos en cada caso es tarea del nutricionista y campo de estudio para la nutrición.
De todo lo expuesto surge la urgencia de una unificación de criterios primero y de discursos después para una efectiva prevención de las enfermedades de la transición nutricional.

Nuestros pacientes dejarán de ver a nuestras prescripciones en esta materia como una especie de condena cuando hayamos conseguido manejar su necesidad alimentaria y beneficios que superen a los inconvenientes.
En la medida que la gratificación y algunas banalidades sigan constituidas como el principal mecanismo de consumo de alimentos nuestra prescripción corre el riesgo de ser considerada una restricción impracticable y riesgosa. El cambio de reglas de juego y de discursos podría evitarlo.
Hasta que esto suceda recordar y hacer recordar a la hora de comer que el placer es enemigo de la felicidad.

(1) Los sujetos obesos pueden perder peso tras seguir una dieta reducida que puede variar ampliamente en su composición de macronutrientes.
(2) La restricción calórica, más que la composición en macronutrientes es, sin embargo, el factor clave para la pérdida de peso.